El estreno del documental “A mi manera”, centrado en la figura de Carlos Alcaraz, ha provocado un aluvión de reacciones que han ido más allá del deporte
No todos los golpes que recibe Carlos Alcaraz vienen del otro lado de la red. Esta vez, el saque cruzado llegó desde Netflix, envuelto en luces, confesiones y un título algo melancólico, ‘A mi manera’. Lejos de ser una celebración unánime de su meteórico ascenso, el documental ha sido una especie de espejo roto en el que cada espectador ve una versión distinta del tenista. Algunos lo vieron como humano; otros, como un joven ya tentado por los demonios del ocio. Y mientras la raqueta descansa, las redes se encienden con interpretaciones dignas de un juicio sumario.
La reacción al documental sorprende al entorno del número tres del mundo, que no esperaba tal vendaval de opiniones. Las redes sociales, siempre prestas a linchar con emoji en mano, amplificaron ciertas frases sacadas de contexto. Las declaraciones de Alcaraz sobre mantener un equilibrio vital un concepto aparentemente revolucionario en el mundo del deporte de élite fueron leídas por algunos como una señal de debilidad. Porque, al parecer, el precio del éxito debe seguir siendo la renuncia absoluta. Y si sonríes demasiado fuera de la pista, corres el riesgo de parecer poco comprometido.

Kiko Navarro sale al paso para defender la imagen real del tenista
Entre tanto ruido, una voz con autoridad y memoria tomó la palabra. Kiko Navarro, el hombre que vio a Alcaraz pasar de niño con raqueta a fiera del circuito, ofreció un contrapeso necesario al frenesí mediático. Con tono mesurado y un punto de decepción paternal, señaló que el documental omite la parte más valiosa, los orígenes. “Echo en falta que hablara más de sus raíces y menos de fiesta”, dijo, como quien lamenta que un buen vino haya sido servido en un vaso de plástico.
Navarro desmontó sin aspavientos la imagen del joven desenfocado. Recordó que ningún adolescente distraído gana cuatro Grand Slam ni se convierte en el número uno más joven de la historia. La antítesis es clara o el documental exagera, o el ranking mundial miente. Su testimonio aporta esa verdad incómoda pero necesaria, que una narrativa editada para entretener rara vez coincide con la complejidad de una vida forjada entre sacrificio, madrugones y pistas de tierra batida.
El propio Alcaraz valora el impacto y mantiene el foco en el deporte
En lugar de desaparecer tras la polémica, Alcaraz ha optado por enfrentar la crítica con una mezcla de serenidad y madurez que descoloca. Antes del Masters 1000 de Roma, habló sin dramatismo, “Solo me importa lo que piensa mi gente cercana”. Una frase simple, que esconde una decisión decisivas en estos tiempos de juicio digital preservar la salud mental como prioridad. Porque cuando te juzgan millones, aprender a filtrar se convierte en un acto de supervivencia.
A pesar del revuelo, su gratitud sigue intacta. Reconoció que muchos colegas del circuito le expresaron su apoyo y cariño tras el estreno. La mayoría, según él, disfrutó del documental. Y eso, viniendo de quienes comparten vestuario, tensión y código de vestimenta, vale más que cualquier trending topic. Alcaraz, en el fondo, ha respondido como mejor sabe, con temple. Ni escapa, ni se excusa. Solo recuerda como quien recuerda su saque favorito que es posible ser competitivo sin convertirse en una máquina. Y humano sin pedir perdón por ello.