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Badosa rompe el silencio antes de Roland Garros: “No regresé solo para jugar”

Paula Badosa ha vuelto, pero no por rutina ni nostalgia: ha vuelto para pelear. Su regreso a Roland Garros es más que deportivo; es personal, emocional, casi existencial. Y en su raqueta late una historia de fragilidad convertida en fuego

Hay regresos que se anuncian con fuegos artificiales y hay otros los más auténticos que se hacen con silencios. Paula Badosa eligió lo segundo. Después de meses borrada del mapa del tenis por una espalda que parecía haber firmado su retiro anticipado, la catalana ha vuelto. Pero no como quien se resigna a cumplir trámite, sino como quien ha entendido que el deporte, como la vida, es una apuesta feroz y a menudo ingrata. En Roland Garros 2024, su raqueta no busca solo puntos; busca sentido.

El duelo en Estrasburgo ante Samsonova fue más que un partido, fue una escena de teatro íntimo. Dos horas y veinticuatro minutos de vaivén emocional, con Badosa encarnando a una gladiadora a medio camino entre la nostalgia y la furia. Perdió, sí, pero con esa dignidad que solo poseen quienes han conocido la derrota mucho antes de pisar la pista. Su segundo set fue un manifiesto, sigue viva, sigue golpeando, sigue creyendo. Como un volcán dormido que, de pronto, recuerda que sabe escupir fuego.

Paula Badosa
El regreso de Paula Badosa al circuito WTA no ha sido sencillo

La anatomía del dolor y la rebelión de una espalda rota

No todos los dolores duelen igual. Hay lesiones que rompen huesos, y hay otras que erosionan el alma. A Badosa le tocó una de las segundas. Las ausencias en Madrid y Roma no fueron simples tachaduras en el calendario, fueron heridas abiertas en su identidad. Porque cuando tu cuerpo ya no responde, la duda se convierte en un huésped que no paga renta pero consume toda tu energía. Su publicación en redes cruda, sin filtros, casi literaria dejó al descubierto lo que pocos deportistas se atreven a mostrar, su humanidad.

“Después de meses al margen, dos inyecciones dolorosas e incontables horas de rehabilitación, he regresado”, escribió. Esas palabras no venían de una tenista, sino de una sobreviviente. De alguien que ha comprendido que el éxito no siempre está en levantar trofeos, sino en poder atarse las zapatillas sin dolor. Y, aún así, ahí está, empuñando la raqueta como si fuera una pluma y su cuerpo, una hoja en blanco que quiere volver a escribir historia.

París no es el final: es el prólogo

Roland Garros suele ser el cementerio de las ilusiones apresuradas. Pero para Paula Badosa, este Grand Slam no es una lápida, sino una puerta entreabierta. Enfrentará a Naomi Osaka en primera ronda, y el azar del sorteo parece más un experimento sádico que una coincidencia. Ambas, leyendas precoces marcadas por el exilio físico y mental, se encontrarán no solo en una pista, sino en el espejo de sus propias incertidumbres.

“No regresé solo para jugar. Regresé para demostrar que nada puede detenerme”, ha dicho Badosa. Suena a frase de motivación barata, pero en su boca tiene la densidad de un juramento. París no es su punto final, sino su punto y seguido. Si 2021 fue el año en que se consagró, 2024 podría ser el año en que se redescubra. Y no hay nada más peligroso ni más hermoso que una atleta que ha perdido el miedo a empezar de nuevo.

Stefanos Tsitsipas y Paula Badosa