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Djokovic rompe con Murray en la antesala de Roland Garros

Jokovic ha decidido poner fin a su breve etapa junto a Andy Murray, apenas seis meses después de iniciar su colaboración. La noticia llega en un momento decisivo, con Roland Garros a la vuelta de la esquina

A veces, las historias entre gigantes terminan no con una ovación, sino con un suspiro. Novak Djokovic y Andy Murray, antiguos rivales encarnizados y ahora exsocios de banquillo, han puesto fin a su breve alianza justo en la antesala de Roland Garros. La noticia cayó como una gota helada en el café matinal del circuito ATP, inesperada, desconcertante, tal vez inevitable. Porque aunque la amistad entre ellos floreció fuera de la pista, dentro de ella los resultados fueron tan escasos como los días soleados en Wimbledon.

Djokovic lo anunció con gratitud y elegancia, como quien se despide de un huésped querido que, sin embargo, no trajo la suerte prometida. En seis meses juntos, no hubo títulos, no hubo épica, apenas hubo pistas de que la sociedad podía despegar. Fue una unión que prometía estrategia y rejuvenecimiento, pero que terminó en una serie de tropiezos que empezaron en Melbourne y se acentuaron hasta Madrid.

Novak Djokovic
Novak Djokovic rompe con Andy Murray a días de Roland Garros

Una alianza con sabor a error de cálculo

La llegada de Murray al cuerpo técnico de Djokovic fue leída por muchos como un gesto tan audaz como sentimental. Era como pedirle al pasado que resuelva los problemas del presente. Dos campeones con más cicatrices que trofeos recientes, intentando redescubrir la fórmula del hambre. Pero el tenis de élite rara vez se rige por la nostalgia. Lo que parecía un movimiento maestro acabó siendo una jugada de ajedrez mal calculada, Murray no encontró cómo desenterrar al Djokovic feroz, y Djokovic no halló en Murray la brújula perdida.

El golpe más simbólico llegó en Madrid, donde el número uno del mundo cayó en su primer partido. El símbolo era claro, no bastaba con el linaje, hacía falta presente. Y el presente de Djokovic, desde su oro olímpico en París hasta hoy, ha sido errático. Su tenis, una vez afilado como bisturí, se ha vuelto intermitente, casi tímido. Como si el cuerpo y la mente del serbio estuvieran desincronizados, cada uno bailando una música distinta.

Roland Garros: entre sombras, leyenda y presión

La separación con Murray no es solo una nota de prensa; es una metáfora del momento que vive Djokovic. Un campeón que, a días de Roland Garros, busca más certezas que trofeos. El cambio llega en un punto de máxima tensión, tierra batida, rivales en ascenso, y un trono que empieza a tambalear. Djokovic se ha quedado sin excusas ni escudos. Ni Murray en la silla, ni victorias recientes que lo respalden. Solo queda la pista, el polvo naranja y el espejo del mito.

Paradójicamente, es en esta fragilidad donde habita su posibilidad de resurrección. Porque si algo ha demostrado Djokovic a lo largo de su carrera es que su tenis florece en la adversidad. El problema es que esta vez la adversidad no es un rival, sino él mismo. Y reinventarse a los 37, cuando el cuerpo protesta y el circuito no perdona, es un desafío que ni el mejor de los entrenadores puede resolver por ti. Quizá por eso, más que un cambio de rumbo, esto suena a ultimátum personal.

Alcaraz