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El trono tiembla: Sinner reconoce la llegada fulgurante del nuevo fenómeno del tenis mundial

En plena acción del Masters 1000 de Roma, el italiano no ha dudado en rendirse ante la figura emergente de Jack Draper, el joven británico que ha aprovechado su ausencia para consolidarse como uno de los jugadores más sólidos de la temporada

Jannik Sinner volvió a pisar la tierra de Roma con la firmeza de quien ha cruzado el desierto y aún conserva sed de gloria. Dos victorias impecables ante Navone y De Jong parecían un trámite burocrático para el número uno, pero lo verdaderamente significativo ocurrió fuera del marcador, su mirada no apuntaba al espejo, sino al horizonte. “Jack Draper es uno de los jugadores más consistentes del año”, soltó Sinner, como si quien ocupa el trono reconociera en el retador no una amenaza, sino un legítimo heredero.

La paradoja es deliciosa, mientras Sinner regresa tras una sanción que manchó aunque brevemente su impecable expediente, Draper asciende sin escándalos, con una constancia casi insultante. El italiano podría haberse parapetado tras la superioridad técnica; en cambio, opta por la admiración abierta. En una era donde los egos suelen inflarse más rápido que los rankings, este gesto parece una anomalía o quizás una nueva forma de liderazgo, más honesta y menos teatral.

Jannik Sinner
El regreso del rey y la coronación del heredero

Confidentes en el purgatorio: cuando la amistad derrota al ranking

No fue la ATP quien sostuvo a Sinner durante su travesía en la sombra. Fue Jack Draper, ese británico que juega como si cada revés contuviera una disculpa y cada saque, una afirmación. Mientras el mundo discutía Clostebol y sanciones, en Mónaco dos jóvenes entrenaban con una intensidad silenciosa, como monjes modernos buscando redención en cada golpe. “Jack fue un apoyo sincero”, dijo Sinner, y en esa frase hay más verdad que en muchos comunicados oficiales.

La ironía no se pierde, compiten por lo mismo, pero desean el bien mutuo. Uno podría imaginar que detrás de esa cortesía se esconde cálculo pero sería injusto. Porque cuando Sinner afirma “Siempre he sido su fan número uno”, no suena a eslogan, suena a gratitud. En un deporte históricamente gobernado por rivalidades épicas, esta complicidad es una herejía hermosa. Dos gladiadores que se abrazan en la arena sin dejar de empuñar la espada.

Dios, el revés cruzado y otras señales divinas

Y cuando parecía que el relato no podía ser más surrealista, intervino el mismísimo papa León XIV. Consultado sobre la posibilidad de organizar un partido en el Vaticano, respondió con una carcajada celestial. “Mientras no traigáis a Sinner”. El juego de palabras “sinner” significa pecador, cayó como un ace humorístico en medio del dogma. El pontífice, entre encíclica y derecha liftada, demostró tener más timing que muchos jueces de línea.

Sinner, lejos de ofenderse, recogió la pelota con gracia.“Saber que el papa sigue nuestro deporte es algo muy especial”. Así, en una escena que parece escrita por Fellini, el tenis se volvió liturgia y el escándalo, anécdota. Lo que queda claro es que, incluso después de una caída pública, Sinner sigue siendo un personaje magnético. Porque el verdadero carisma, como la fe, no se pierde con el pecado, se fortalece en la penitencia.

Alcaraz