Jaume Munar, Roberto Carballés y Pablo Carreño se suman a la Selección Española de Tenis para enfrentar a Dinamarca en la Copa Davis 2025, mientras Carlos Alcaraz y Alejandro Davidovich causan baja por fatiga y calendario cargado
El calendario del tenis moderno parece más una maratón interminable que un deporte con estaciones de descanso. Carlos Alcaraz lo sabe bien, tras levantar su segundo US Open en Nueva York, el murciano decidió no estar en Marbella para la Copa Davis. Su argumento, tan humano como contundente, habla de “fatiga muscular y mental”. Una confesión sincera en un deporte donde se espera que los héroes sean de acero inoxidable y no de carne y hueso.
A su ausencia se suma la de Alejandro Davidovich, quien se refugia en la excusa más legítima del siglo XXI. “Cansancio y calendario cargado”. Resulta curioso que, en el torneo que se presenta como una batalla patriótica, los mejores soldados se queden en casa. Pero tal vez haya algo de ironía en ello. España debe demostrar que su escuadra no depende solo de sus dos figuras más mediáticas, sino de un grupo con hambre de reivindicación.
Los líderes del equipo
En este escenario, el protagonismo recae sobre Jaume Munar. El balear, que a sus 28 años disfruta del momento más dulce de su carrera, llega a Marbella convertido en líder de una selección necesitada de certezas. Tras alcanzar los octavos de final del US Open y escalar hasta el puesto 37 del ranking mundial, Munar se presenta como el ejemplo perfecto de que la perseverancia, aunque menos glamourosa que el talento precoz, también da frutos.
No estará solo en esta empresa. Roberto Carballés y Pedro Martínez ya conocen lo que significa cargar con el peso del escudo en la Davis, y ahora vuelven a hacerlo bajo la capitanía de David Ferrer, un hombre que encarna la ética del esfuerzo hasta el último punto. A ellos se suman Pablo Carreño, medallista olímpico que regresa tras superar una larga ausencia, y Marcel Granollers, fresco campeón de dobles del US Open. Una combinación extraña: juventud con ganas de demostrar y veteranos que saben lo que significa sangrar en tierra batida.
Regreso a la tierra
Marbella será algo más que una sede. Será un reencuentro. España vuelve a disputar una eliminatoria de Copa Davis sobre tierra tras tres años de ausencia en su hábitat natural. Esa superficie que premia la paciencia y castiga la prisa; donde se gana con inteligencia más que con músculo. Como volver a casa después de un largo exilio, no siempre es cómodo, pero inevitablemente reconforta.
El fin de semana se anuncia cargado de tensión. El sábado se abrirá el fuego con dos partidos individuales a partir de las 12:30, y el domingo, desde las 11:30, llegará el turno del dobles y los dos duelos restantes. Será una prueba para esta España sin Alcaraz ni Davidovich, una España que busca pasar de ronda y reservar billete para Bolonia en noviembre. Porque la Copa Davis no se mide solo en títulos, sino también en orgullo colectivo, ese intangible que, a veces, vale más que un trofeo brillante.