Tras una lesión que lo alejó del circuito y una polémica de dopaje que aún proyecta sombra, el italiano pisa la arcilla de Roland Garros con la raqueta en alto y el juicio mediático acechando
Jannik Sinner ha regresado, sí, pero no del todo. Volvió en Roma con el aplomo de un número uno y la precisión de un cirujano, alcanzando la final como quien silencia rumores con raquetazos. Pero en el tenis, como en la política, las victorias no siempre bastan para limpiar el expediente. La sombra del clostebol una palabra que suena más a maleficio que a sustancia prohibida sigue planeando sobre su figura, como si la tierra batida necesitara aún más peso. ¿Puede alguien ser inocente en un deporte donde la pureza es sospechosa por defecto?
Nick Kyrgios, ese trovador del caos con acento australiano, no tardó en lanzar la primera piedra, desde su pódcast. Lo acusó con la vehemencia del que no busca justicia sino espectáculo. “¿En serio no sabe lo que le da su fisio?”, preguntó con sorna. Es el eterno retorno de la desconfianza, un deporte de caballeros, cada vez más inclinado a los juicios populares. Y justo cuando Roland Garros se asoma en el calendario como una sala de audiencias con polvo rojo.

Entre la perfección estadística y el barro emocional
En Roma, Sinner demostró que su tenis sigue afilado. Su duelo contra Alcaraz perdido, sí, pero no en vano fue un ensayo general con sabor a futuro. El italiano no se escondió detrás del marcador, reconoció los recursos superiores del español como un alumno aplicado que toma nota sin perder la dignidad. “Nos servirá para crecer”, dijo, y sonó más a convicción que a consuelo. La derrota no fue un tropiezo, sino un diagnóstico.
Y sin embargo, el tenis no vive solo de bolas dentro. Después de tres meses ausente, el solo hecho de pisar una final ya fue un manifiesto físico y anímico. Sinner se siente listo para París, al menos en cuerpo y mente. Pero en Roland Garros no solo se juega con raqueta, también con narrativa. Y a veces, la prensa y el público son más difíciles de vencer que un top 10 inspirado.
Las cifras brillan: las dudas persisten
Los números de Sinner gritan excelencia, 26 victorias en siete meses y medio, una regularidad de metróronomo con alma. Y sin embargo, en un deporte obsesionado con el relato, las cifras no siempre dictan la historia. Alcaraz lo ha vencido más veces que nadie, lo cual convierte cada cruce en una especie de vendetta emocional. Pero el rival más incómodo de Sinner no se llama Carlos ni Nick, sino “percepción”. Esa losa invisible que no se entrena ni se mejora en la pista.
Ahora, mientras París se llena de promesas, el italiano carga con algo más que expectativas. Lleva consigo el peso del pasado, la desconfianza de algunos, y el deseo de redimirse no solo como jugador, sino como figura. Roland Garros no será solo un Grand Slam. Para Sinner, podría ser su absolución o su condena en diferido.