Octavos de final, tierra batida y un susto llamado Damir Dzumhur
Carlos Alcaraz llegó a la Philippe Chatrier como el vigente campeón de Roland Garros, dispuesto a sellar sin sobresaltos su billete a los octavos de final. Pero el plan se torció ante un inspirado Damir Dzumhur, que no solo peleó cada punto, sino que le puso contra las cuerdas en lo que terminó siendo un auténtico melodrama en dos actos. Durante más de tres horas, el tenista español vivió entre las sombras del desgaste físico y el resplandor de la supervivencia. Ganó, sí, pero dejando una estela de inquietud: ¿cuánta gasolina le queda para seguir en pie sobre la tierra batida de París?
El murciano comenzó dominando con soltura, pero una desconexión en el partido le costó cara. Con 3-2 en el tercer set, el bosnio pidió asistencia médica, y ese momento marcó un antes y un después. A partir de ahí, Alcaraz perdió precisión, y Dzumhur, a sus 33 años, resucitó con dejadas quirúrgicas que desmontaron al español. En el cuarto set, Carlos se vio 0-2 abajo y en un pozo del que parecía difícil salir. Pero entonces emergió el renacer en el cuarto set: recuperó el servicio, igualó, golpeó y finalmente cerró con una bola de partido sujeta por alfileres y nervios.
Ben Shelton, próximo reto y símbolo del renacer estadounidense
Con esta victoria, Carlos Alcaraz suma ya diez triunfos consecutivos en Roland Garros, pero esta vez fue más un ejercicio de resistencia que de brillantez. Su siguiente adversario en esta edición del Roland Garros 2025 será Ben Shelton, parte clave del renacer del tenis estadounidense, tras superar al italiano Matteo Gigante. Shelton, que disputará por primera vez los octavos de final, representa una amenaza tan peligrosa como silenciosa, capaz de convertir cualquier partido en un campo de minas.
El duelo entre Alcaraz y Shelton tendrá lugar, probablemente, en la Philippe Chatrier, y será uno de los más esperados de esta tercera semana en París. Un choque de estilos, de generaciones, y de narrativas que puede definir la parte alta del cuadro masculino. Un partido dramático en ciernes, con sabor a nueva rivalidad.
