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Broncano arremete contra Melody

Broncano no se quedó callado ante las palabras de Melody, respondió con ironía desde su escenario y abrió un debate que va más allá del show

La televisión no siempre es entretenimiento: a veces es un duelo. Y en este, David Broncano desenfundó primero. No hubo cortesía previa ni telón amable. “Melody, no nos vamos a disculpar en ningún momento”, lanzó, como quien saca una espada con sonrisa. En la era de los eufemismos, Broncano optó por lo contrario, una “conversación de adultos” en prime time. La ironía, su mejor defensa; el escenario, su zona de confort. Melody, por su parte, había acusado el golpe horas antes, en rueda de prensa, dibujando un agravio donde él apenas veía un contratiempo.

Broncano reconoció que no escuchó la rueda entera. No hizo falta. Bastaron algunos fragmentos para que se activara su habitual radar de sarcasmo. Según su versión, lo único que ocurrió fue una cancelación de última hora, sin pullas ni zancadillas. “La hemos respetado un montón”, insistió con esa cadencia suya, entre el humor y la seriedad de quien conoce el poder de las palabras. Pero lo que para él fue una nota al pie, para ella pareció una falta de portada. ¿Quién escribe, entonces, la narrativa oficial cuando ambos protagonistas creen tener la razón?

Melody
Melody, no nos vamos a disculpar en ningún momento

De la persiana bajada al telón de fondo más crudo

El presentador, con precisión de cirujano del lenguaje, volvió sobre el programa. Reprodujo su propio archivo y descubrió que, al decir que Melody “bajó la persiana”, no había burla sino una torpe empatía. Una metáfora mal estacionada, si se quiere, pero no un atropello. “Dije que esperaba que estuviera bien”, repitió. Pero en los debates públicos, las intenciones rara vez pesan más que las interpretaciones. Y así, una frase puede ser bisturí o puñal, según quién la escuche.

El nudo más tenso del alegato llegó cuando Broncano cuestionó el uso del comodín más incómodo: la salud mental. “Hay gente con problemas reales”, advirtió, marcando con firmeza un límite. No era un ataque personal, sino un recordatorio incómodo sobre el riesgo de trivializar lo serio. En tiempos en que todo se convierte en trending topic, la salud mental no puede ser trending defensa. El humorista caminó sobre una cuerda floja sin red, separando la crítica legítima de la insensibilidad. Y en esa cuerda, muchos otros callan por miedo al desequilibrio.

Puentes tendidos y verdades incómodas

Lejos de prolongar la guerra fría, Broncano optó por un cierre cálido. “Está invitada cuando quiera”. Así, con esa espontaneidad que disfraza cálculo, reconstruyó un puente que él mismo había dinamitado parcialmente. Recordó colaboraciones pasadas, afectos intermitentes y una historia compartida sin grandes escándalos. La tensión se relajó como una cuerda que deja de vibrar, y el tono cambió del reproche al afecto resignado. El show debe continuar, pero sin enemigos permanentes.

Y fue justo ahí, cuando el escándalo parecía resuelto, que Broncano giró hacia otro escenario, Palestina. En una frase seca y certera, colocó la tragedia humana por encima de los concursos, la farándula y los egos heridos. “Lo que pasa en Gaza va más allá de la política”, dijo. De repente, el conflicto entre él y Melody se volvió minúsculo, casi infantil, frente a un mundo donde los disparos no son verbales. Una antítesis brutal, del camerino de la polémica al campo de batalla real. Y así, entre luces de plató y sombras de guerra, cerró una noche donde el humor no fue evasión, sino espejo.

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