El Valencia Basket vive uno de esos momentos bisagra, donde el balón todavía no ha botado, pero ya se juega el futuro
El Valencia Basket, ese club que a menudo juega con el alma de una cantera y la exigencia de una élite que no perdona, se enfrenta ahora a una disyuntiva más compleja que cualquier defensa en zona. En plena lucha entre Euroliga y FIBA, con la NBA oteando desde la distancia como un gato que espía una pecera, los despachos del club hierven de dilemas estratégicos. Ya no se trata solo de encestar triples o cerrar el rebote. La partida se juega en el tablero de las estructuras continentales, donde cada paso puede alterar la lógica del proyecto durante una década.
Y es que esta elección trasciende lo deportivo. Entre la oferta de Euroliga de dos a tres años sin garantías de continuidad y la promesa aún brumosa de la Basketball Champions League, que podría ser el billete hacia una Europa rediseñada por la NBA, el Valencia se ve obligado a decidir si quiere ser el invitado incómodo en un club privado o pionero en una liga aún en ciernes. Un dilema tan simbólico como real. ¿Preferir el brillo inmediato o apostar por la arquitectura del futuro?

Euroliga: el prestigio que cuesta demasiado
La Euroliga es como ese viejo amigo encantador que siempre pide favores pero rara vez devuelve uno. Su marca es potente, su escaparate atractivo pero el precio, literalmente, es elevado. Dos millones de euros por temporada entre canon y arbitrajes y ni un euro asegurado si no se logra un buen rendimiento en cancha. A eso se suma un reparto de ingresos tan equitativo como un casino. Los clubes sin acciones quedan fuera del pastel de derechos televisivos. En ese contexto, Valencia Basket se pregunta si vale la pena seguir apostando por una competición donde el éxito económico depende más de la geometría del negocio que del rectángulo de juego.
Además, la falta de estabilidad contractual tres años, sin promesa de más obliga a mirar el horizonte con ojos entrecerrados. La metáfora no es gratuita, competir en la Euroliga sin estar entre sus accionistas es como alquilar un piso de lujo con contrato temporal, sabiendo que en cualquier momento el casero puede no renovar. ¿Y si todo lo que hoy parece prestigio se convierte mañana en precariedad?
FIBA y NBA: ¿El futuro empieza aquí?
Frente a ese modelo cerrado, la propuesta de la FIBA en alianza con la NBA llega como aire fresco en un pabellón viciado. Una liga más abierta, integradora, que promete respetar el calendario ACB y no interrumpir la sinfonía nacional por el ruido de las élites internacionales. El proyecto aún está en pañales, sí, pero no hay que olvidar que también lo estaba la Euroliga a principios de los 2000. A veces el futuro se disfraza de esbozo, y la Fonteta no quiere quedarse fuera del lienzo.
Las reuniones ya han comenzado. Hay sillas, hay cafés, hay PowerPoints. Y sobre todo hay preguntas sin respuesta definitiva. Pero la directiva lo sabe, precipitarse sería tan imprudente como no decidir. En el fondo, lo que está en juego no es solo una plaza en Europa, sino una identidad. Porque el Valencia Basket ya no se define solo por lo que juega, sino por cómo y con quién decide jugarlo.