En el baloncesto, como en la vida, no siempre gana el que más luce, sino el que mejor resiste. El Valencia Basket lo demostró en Fontajau, donde convirtió el sufrimiento en virtud y la presión en combustible.
Hubo un momento, quizá en el tercer cuarto, en que el Valencia Basket parecía un náufrago agarrado al último madero flotante. Girona, con el colmillo afilado de quien no tiene nada que perder, rugía con la energía de su público y la puntería de Josep Busquets. Sin embargo, cuando más arreciaba la tormenta, los taronja hicieron lo más difícil, no perder la cabeza. Ganar sin dominar, resistir sin brillar, es a veces más meritorio que una victoria cómoda. El marcador, 91-85, miente con la sonrisa del que disimula un drama.
Desde el inicio, el duelo fue un baile tenso entre la urgencia y la esperanza. Jean Montero y Brancou Badio ofrecieron respuestas como dos francotiradores meticulosos, pero cada acierto parecía despertar un eco inmediato en Girona. La antítesis era clara, uno luchaba por la gloria, el otro por orgullo. El primer tiempo terminó con una mínima ventaja para Valencia y una advertencia velada, este no sería un paseo, sino una prueba de carácter.

Girona mete miedo y Valencia encuentra nervio
El tercer cuarto fue el más revelador, Girona dejó de mirar al rival con respeto reverencial y empezó a empujarlo con la vehemencia de quien descubre que puede. Ike Iroegbu dirigió como un pianista en plena improvisación y Aljami Durham añadió notas inesperadas con sus pases. Cuando empataron el encuentro en el último cuarto, la lógica pareció rendirse ante el ímpetu. Fontajau vibraba. Valencia, en cambio, tuvo que recordar que los partidos importantes no se ganan con talento, sino con temple.
Ahí emergieron dos silenciosos héroes, Nathan Reuvers, tan preciso como una brújula en medio del caos, y Semi Ojeleye, ese tipo de jugador que no necesita estadística para pesar. En los últimos cinco minutos, Valencia pasó de perseguido a perseguidor administró el reloj, el ritmo y los nervios. Porque, a veces, la diferencia entre un aspirante y un contendiente no es quién mete más triples, sino quién respira mejor cuando falta el aire.
El top 3: ese espejismo cada vez más real
Con esta victoria, Valencia se aferra al sueño de acabar entre los tres primeros. Aún dependen de resbalones ajenos, pero no es poca cosa seguir vivo a estas alturas. En el vestuario repiten el mantra del enfoque propio, aunque todos saben que el calendario aprieta como zapato nuevo, visita a Tenerife, cierre ante un Breogán suelto. Pero el aroma que dejó Girona no fue de fragilidad, sino de madurez. De esos triunfos que no se celebran a gritos, pero se valoran en silencio.
Girona, por su parte, encontró en la derrota una señal de futuro. Durham e Iroegbu ya no son promesas, sino pilares. Queda Barcelona y luego Lleida, una montaña y un susurro. Permanecer en la Liga Endesa es un logro, pero también una invitación a evolucionar. Como esas novelas que no cierran con final feliz, pero dejan abiertas muchas páginas por escribir.