El ala-pívot belga prometió saltar a la NCAA, pero aterrizó en París. El joven talento del Bilbao Basket cambió de rumbo sin previo aviso
Thijs De Ridder prometió una historia distinta. Como esos personajes que miran el horizonte mientras pronuncian palabras que nunca cumplirán, el joven belga del Surne Bilbao Basket había vendido con convicción su salto a la NCAA. Universidad de Virginia, baloncesto universitario, desarrollo formativo, el guion estaba escrito. Pero lo rompió sin temblor en la mano. En lugar de Charlottesville, ha elegido los neones del Paris Basketball. Una elección que, más que sorpresa, huele a traición en la ribera del Nervión.
Porque no fue el qué, sino el cómo. La narrativa construida en Bilbao de crecimiento paciente, de pasos medidos se deshizo con el silencio. Ni un comunicado, ni una explicación clara. Solo la revelación de que la NCAA lo descartó por razones de elegibilidad. Pero el golpe verdadero no vino de Virginia, sino de París. Y en Bilbao, ese murmullo amargo de sentirse usados. Como si el club hubiese sido solo un andén en el que De Ridder esperó su tren real.

Números brillantes, sombras persistentes
No hay discusión sobre su talento, 9,3 puntos, 4,8 rebotes, reconocimiento entre los mejores jóvenes del año. De Ridder no pasó desapercibido en su estreno en la ACB. Fue una chispa prometedora, una promesa que parecía ir de menos a más. Pero mientras las gradas lo celebraban, los despachos empezaban a sospechar. ¿Por qué ese repentino silencio? ¿Por qué tanto misterio con su futuro? En retrospectiva, las señales estaban ahí. París ya había echado el ojo.
La NCAA, con su habitual rigidez entre amateurismo y excelencia académica, lo descartó. Y el Paris Basketball, siempre atento a lo que cae del árbol antes de tiempo, actuó. Bilbao quedó descolocado, sin margen para negociar ni despedirse. El jugador que iba a saltar el Atlántico tomó el tren nocturno a la capital francesa. Y en ese cambio, tan abrupto como frío, dejó algo más que estadísticas: dejó un hueco narrativo, una historia que no terminó, solo se abandonó.
París, promesa y paradoja del talento joven
El Paris Basketball es ahora el nuevo edén de los jóvenes europeos con hambre. Con un proyecto que seduce tanto como confunde, ha logrado colarse entre los grandes sin perder su aura de outsider. Este año alcanzó los playoffs de Euroliga con la elegancia del que no tiene nada que perder. Allí, De Ridder encontrará un escenario mayor, pero también una paradoja, buscar estabilidad en un club que vive en transición. Como querer construir raíces en un tren bala.
La operación aún no es oficial, y el destino europeo del club depende de una votación que suena a geopolítica baloncestística. ¿Veinte equipos en Euroliga? ¿París, Dubái, Belgrado? Todo está por decidir. Pero si se concreta, De Ridder dejará atrás más que a Bilbao, dejará una lección sobre promesas no cumplidas, sobre caminos que cambian de dirección sin aviso, y sobre el curioso arte de desaparecer cuando más te miran.