Juan Cruz se perfila como la pieza clave del Leganés en el arranque de temporada, listo para aportar talento y gol tras un verano de decisiones y negociaciones intensas.
El fútbol, como la vida, suele moverse entre la ansiedad de lo que puede perderse y la euforia de lo que finalmente se asegura. Juan Cruz lo vivió en carne propia, un verano de rumores, cláusulas que subían y bajaban como la marea, y la duda de si seguiría siendo el extremo llamado a iluminar Butarque. La novela terminó con final feliz para el Leganés, renovación de contrato, reducción de cláusula y el dorsal ‘10’, esa cifra que pesa tanto como una promesa de protagonismo.
La ironía del asunto es que, pese a ese ascenso simbólico, el inicio de temporada lo encontró en el banquillo, entrando a cuentagotas en partidos de pretemporada contra Deportivo y Cultural. No deja de ser paradójico que al jugador más llamado a ser determinante se le mida primero con la cinta métrica de los minutos limitados. Pero quizás ahí reside la estrategia, probar que incluso en pequeñas dosis, Cruz puede ser un veneno dulce para las defensas rivales.
Destellos en el momento justo
Y vaya si lo demostró. Frente al Deportivo, apenas 27 minutos le bastaron para dibujar una hoja de estadísticas que haría sonrojar a más de un titular indiscutido, 18 toques, 100% de acierto en pases, dos disparos con peligro. Fue como ver a un pintor completar un cuadro entero en el reverso de un recibo. La eficacia, al parecer, no depende del minutero sino de la convicción.
Lo suyo no es solo fútbol, también es narrativa personal. Apenas un día después de convertirse en padre, Cruz volvió al campo ante la Cultural. Más protagonista, más incisivo, más difícil de frenar, centros medidos, disparos y cuatro faltas recibidas que recordaban a esas moscas que nadie logra atrapar. Su entrada no solo agitó el ataque pepinero, sino que liberó a Rubén Peña para desplegarse con mayor libertad. El Leganés no ganó, pero Cruz dejó la sensación de que el reloj del ascenso empezaba a girar distinto cuando él entraba al campo.
El futuro en sus botas
Los números del curso pasado ocho goles, varios de ellos decisivos no son un mero recuerdo, sino un aviso, Juan Cruz está hecho para liderar. En un equipo que comienza la temporada encadenando empates, su imaginación ofensiva y capacidad para romper guiones puede ser el antídoto contra la tibieza de las igualdades. La antítesis es clara, sin Cruz, el Leganés parece repetirse; con él, la historia se vuelve menos predecible.
El ascenso a Primera no se consigue con discursos sino con protagonistas, y Cruz está llamado a ser uno de ellos. Su consolidación como titular no es un capricho romántico ni una concesión sentimental a su dorsal ‘10’, sino una necesidad táctica de primer orden. En un campeonato largo y desgastante, tener a un jugador capaz de transformar minutos en oportunidades es la diferencia entre soñar y cumplir. Y en Butarque, después de tanta incertidumbre, se aferran a la certeza de que en las botas de Juan Cruz late el camino a Primera.