Isaac Romero comienza la temporada 25/26 del Sevilla FC con gran protagonismo, mostrando un rendimiento similar al de su irrupción en 23/24
En el fútbol, pocas cosas despiertan tanta esperanza como un delantero joven que empieza a oler el gol con la misma naturalidad con la que otros buscan el aire. Isaac Romero ha comenzado la temporada 25/26 con esa mezcla de ambición y descaro que incomoda a los defensas y enamora a las gradas. Dos goles en cuatro partidos parecen un registro modesto, pero en Nervión suenan como campanas de buen augurio, cada tanto suyo recuerda a aquel estallido que protagonizó en la campaña 23/24, cuando apareció en Primera como quien irrumpe en una fiesta sin estar invitado, pero se convierte en el alma de la celebración.
La recuperación de Akor Adams parecía destinada a relegarlo a un segundo plano, pero Romero ha decidido no pedir permiso ni disculpas. Con la convicción de quien sabe que el fútbol no espera a los tímidos, se está colocando como referencia ofensiva del Sevilla. Irónico resulta que, en un club que siempre habla de “grandes ventas” para cuadrar cuentas, el mayor activo esté creciendo a base de goles en el césped, no en los despachos.
Trayectoria y números que no pasan desapercibidos
Antes de hacerse un nombre en el Sánchez-Pizjuán, Romero se curtió en escenarios menos glamourosos. En la Segunda RFEF, con el Sevilla Atlético, su voracidad goleadora llamó la atención de una afición acostumbrada a soñar con que algún canterano despierte la vieja magia de Nervión. Su mejor carta de presentación llegó en la 23/24: 11 goles que sirvieron de pasaporte para el primer equipo. En apenas 14 partidos de Primera, dejó cuatro goles y cuatro asistencias, una carta de presentación que rozaba lo insolente para un recién llegado.
Sin embargo, el fútbol rara vez es una línea recta. Su primera temporada completa con el primer equipo resultó más gris de lo esperado, 31 partidos, cuatro goles y dos asistencias. Cifras suficientes para no caer en el olvido, pero también demasiado cortas para un delantero titular. Entre la promesa y la exigencia, Romero se quedó a medio camino, con la presión creciente de demostrar que lo suyo no había sido un destello pasajero.
Romero busca romper sus propios límites
Ahora, el arranque del curso 25/26 lo muestra en otra piel, más seguro, más decidido, más hambriento. Dos goles en cuatro jornadas suenan a simple estadística, pero en su caso equivalen a un manifiesto. Ya ha alcanzado la mitad de lo que firmó en toda la temporada anterior, y esa aceleración invita a pensar que este puede ser el año de su consagración definitiva en Primera. Como un corredor que arranca la carrera adelantando rivales, Romero parece dispuesto a dejar atrás sus propias sombras.
El apoyo de Matías Almeyda y la ausencia de competencia real en la delantera son factores que juegan a su favor. Los minutos que antes se le escapaban como agua entre los dedos ahora caen en sus botas, y con ellos, la posibilidad de convertirse en ese delantero que el Sevilla busca desde hace demasiado tiempo. Nervión, siempre tan dado a la nostalgia y la impaciencia, vuelve a ilusionarse con un canterano. Y quizás, solo quizás, esta vez los sueños tengan aroma de realidad.