El Valencia recibe al Athletic en Mestalla en la jornada 5 de LaLiga, un choque entre la necesidad de regularidad de los locales y el gran inicio de los bilbaínos
El Estadio de Mestalla se prepara para una noche donde el fútbol no solo será deporte, sino también espejo de dos realidades opuestas. El Valencia, con apenas 4 puntos de 12 posibles, se aferra al aliento de su afición para hallar la regularidad perdida. El Athletic, en cambio, aterriza con la mochila cargada de ilusión y 9 puntos que lo dibujan como un aspirante serio a incomodar a los grandes. Un contraste nítido, unos buscan sobrevivir, otros confirmar que la fe también puntúa.
La paradoja es evidente. Mientras los locales suspiran por una estabilidad que se les escurre como arena entre los dedos, los bilbaínos parecen caminar con paso firme, casi despreocupado, como si la presión hubiera cambiado de domicilio. En Mestalla, el sábado por la noche, no se enfrentan solo dos plantillas, se enfrentan la duda contra la confianza, la ansiedad contra el entusiasmo.
Valencia: el lujo de tenerlo todo y aún así buscarse
Corberán goza de un privilegio extraño en el fútbol moderno, no tiene lesionados ni sancionados. Esa abundancia, que para algunos sería un regalo, puede convertirse en dilema. Con todos disponibles, el entrenador debe elegir entre sistemas y nombres que condicionan tanto como potencian. El plan apunta a una defensa de cuatro, en un intento de borrar la imagen desdibujada que dejó la zaga de cinco ante el Barcelona. Copete podría ser la víctima silenciosa de esa decisión táctica.
En el frente ofensivo, las cartas se barajan con más promesas que certezas. Raba, Ramazani o Rioja asoman como opciones capaces de alterar el guion de un equipo que, aunque completo, todavía no encuentra su voz. Valencia tiene los recursos; lo que le falta es la melodía. Como un pianista con todas las teclas afinadas, pero sin la inspiración suficiente para arrancar el concierto.
Athletic: entre ausencias y resiliencia
La visita del Athletic está marcada por un escenario menos amable. Valverde debe lidiar con una enfermería demasiado concurrida, Nico Williams seguirá en reposo hasta finales de mes, Beñat Prados y Unai Egiluz prolongan su calvario de ligamento cruzado, y Padilla permanece castigado por sanción. Un panorama que obliga al técnico a recomponer piezas, casi como un artesano que debe reparar un jarrón con grietas inevitables.
Pero el club bilbaíno siempre ha tenido un talento peculiar para convertir la dificultad en virtud. La recuperación exprés de Unai Gómez abre una ventana de esperanza, mientras Yuri, Areso y Galarreta llegan frescos tras descansar en Europa. Laporte, Sannado o Guruzeta se perfilan como opciones para mantener la solidez de un bloque que no renuncia a competir con su sello. La gran incógnita es Berenguer, fatigado tras los noventa minutos de Champions. Y ahí aparece la pregunta, ¿se impondrá la falta o la fe?