Antes de la esperada semifinal entre Carlos Alcaraz y Novak Djokovic, su entrenador, Juan Carlos Ferrero, señaló que el horario del partido podría ser un factor decisivo, ofreciendo al murciano una ventaja estratégica
Antes de que Carlos Alcaraz golpeara la primera pelota en el Billie Jean King Tennis Center, Juan Carlos Ferrero ya había soltado la frase que agitó las expectativas, el horario podría ser el detalle invisible que incline la balanza frente a Novak Djokovic. Curioso, ¿no? En una semifinal donde se miden la frescura de los veinte años contra la experiencia acumulada de casi dos décadas, lo decisivo quizá no sea un revés paralelo ni un saque ganador, sino la hora del reloj. Ironías del deporte, en un mundo que celebra la épica, a veces lo que define es la franja horaria.
Ferrero habló con la serenidad de quien conoce las tormentas. Señaló que Alcaraz atraviesa el mejor momento de su carrera, no solo por la potencia de su juego, sino por esa madurez mental que a menudo llega a los tenistas como un visitante tardío. “Siempre supimos que era bueno, pero ahora está sólido, constante, casi imperturbable”, explicó. Y allí se esconde la verdadera diferencia, el joven que antes se desbordaba ahora navega sus emociones como un veterano, aunque apenas esté escribiendo el prólogo de su historia.
La luz del día frente a la sombra de la noche
En Melbourne, bajo el cielo nocturno del Open de Australia, Djokovic se impuso con la autoridad que le caracteriza. Allí, el fresco nocturno comprimió el bote de la pelota y le regaló al serbio un escenario hecho a su medida. Pero esta vez el guion cambia, en Nueva York, el sol será testigo de un enfrentamiento que empieza en pleno día, cuando la bola salta más viva y el juego de Alcaraz respira con mayor naturalidad. Como un árbol que crece mejor bajo el sol que en la penumbra, el murciano parece encontrar en la luz diurna su hábitat ideal.
Ferrero no se limitó a una metáfora climática. Añadió que el día concede ventajas tangibles, terminar antes, descansar más y prepararse con un margen superior para una hipotética final. Frente a ello, el frío nocturno reduce las opciones, convierte cada golpe en un cálculo milimétrico y da a Djokovic, maestro en la geometría de las líneas, un margen extra. La antítesis es clara, mientras la noche aprieta, el día abre horizontes.
Prudencia ante el gigante
Sería fácil dejarse arrastrar por la ilusión y anunciar a Alcaraz como el favorito indiscutible. Sin embargo, Ferrero quizá recordando que las coronas en el tenis se ganan en sangre fría y no en titulares prefirió el realismo. Frente a ellos se erige Djokovic, un jugador cuya carrera es un catálogo de imposibles convertidos en rutina. Decir que Alcaraz es favorito, insistió, sería como proclamar victoria antes de lanzar la primera moneda al aire.
En esta tensión entre juventud y leyenda, entre sol radiante y sombras alargadas, se prepara un choque que trasciende al tenis. No es solo una semifinal, es una parábola deportiva, la energía incandescente de un muchacho que quiere comerse el mundo contra la sabiduría pétrea de quien ya lo ha devorado varias veces. Y al final, quién sabe, tal vez Ferrero tenga razón y el sol de Nueva York se convierta en el aliado más inesperado de su pupilo.