De la mano de Alcaraz, las españolas avanzan con garra y talento en una edición que empieza a teñirse de rojo y oro
En las arenas místicas de Roland Garros, donde cada grano de arcilla lleva grabado el eco de batallas pasadas, el tenis español ha vuelto a alzar la voz. Esta vez, no solo a través del rugido de Carlos Alcaraz, sino también por la determinación inquebrantable de Paula Badosa y Jessica Bouzas, dos nombres que comienzan a escribirse con firmeza en el pergamino de la Philippe Chatrier.
Badosa: la resiliencia hecha revés
Que el cuerpo flaquee, pero que la mente nunca se rinda. Paula Badosa saltó a la pista con fiebre, en condiciones que harían temblar a cualquiera… menos a una competidora de su talla. Ante Elena-Gabriela Ruse, comenzó titubeante, pero remontó con una mezcla de orgullo, potencia y esa serenidad que solo dan las cicatrices de las grandes. Su victoria número 40 en un Grand Slam no fue solo una cifra: fue un testimonio de resistencia. De quien sabe que el talento se pule en la adversidad. Y de quien tiene cuentas pendientes con los cuartos de final, su última parada en París allá por 2021.
Bouzas: la nueva ola golpea con fuerza
Al otro lado del cuadro, Jessica Bouzas ofreció una lección de cómo se construye una carrera profesional: paso a paso, sin miedo y con convicción. En un partido vibrante, con tintes de drama y épica, venció a Robin Montgomery en tres sets (6-4, 4-6, 7-5) y selló su mejor actuación en un Grand Slam. La joven gallega, que hasta hace poco peleaba en torneos menores, hoy se pasea por los pasillos de Roland Garros con la mirada de quien ya sabe que pertenece allí. Su tenis ofensivo, valiente, parece sacado de un manual que mezcla intuición con hambre de gloria.

Siguiendo el paso del líder
Un día antes, Carlos Alcaraz había mostrado el camino. El murciano, cada vez más sólido en su papel de favorito, superó a Fábián Marozsán con solvencia, estilo y esa electricidad que lo convierte en un espectáculo andante. Alcaraz no solo juega: electrifica la pista, como un relámpago que sonríe. Su tenis, mezcla de músculo y arte, recuerda que el relevo de Nadal no solo es real, sino que viene con sello propio.
Mientras otras naciones buscan a tientas su próximo héroe, España se permite el lujo de multiplicarlos. En hombres y mujeres. En lo veterano y lo emergente. En el poder y en la estrategia. La generación actual no viene a sobrevivir en el circuito, sino a reconquistarlo con nuevas banderas.
El contraste es evidente: mientras en otras federaciones los proyectos se diluyen en debates estériles, en España la tierra sigue siendo cuna y catapulta. Badosa y Bouzas, con estilos diferentes pero un mismo espíritu, han convertido la arcilla en un idioma compartido. Y junto a Alcaraz, representan un tridente que no solo compite, sino que ilusiona.
París escucha y tiembla
El murmullo en Roland Garros se convierte en clamor: los españoles vienen, otra vez. Con sudor, coraje y esa manera tan suya de convertir la adversidad en impulso. De Paula a Jessica, de Carlos a lo que aún está por venir, el mensaje es claro: el tenis español no es pasado glorioso. Es presente fulgurante y futuro en ebullición.
En cada raquetazo resuena una vieja promesa: que aquí, en esta tierra roja como sangre noble, el coraje y el talento seguirán encontrando casa.