Nikola Mirotic cambia la moda milanesa por la nobleza monegasca. El AS Mónaco ficha a una de las grandes figuras de la Euroliga. Un movimiento que combina ambición, estrategia y elegancia
Nikola Mirotic ha decidido cambiar el mármol milanés por las luces del Principado. Un giro elegante, casi teatral, que encierra más estrategia que nostalgia. Tras dos años en Olimpia Milano y una cláusula que le permitía seguir un tercero, el ala-pívot serbio se despide sin dramas, pero con determinación. No hubo discursos ni lágrimas, solo la firma de un contrato que lo ata al AS Mónaco hasta 2027, con dos temporadas garantizadas y una tercera como incógnita escrita en letra pequeña. El anuncio llegó como suelen llegar estas cosas en el baloncesto europeo: justo después de una derrota.
Y qué derrota. El Mónaco acababa de ceder la final de la Euroliga frente a Fenerbahçe, cuando Aris Barkas y Chema de Lucas los heraldos modernos del deporte confirmaban el fichaje. En lugar de lamerse las heridas, el club monegasco respondió con una jugada que huele a revancha, sumar a un jugador que combina la sangre fría balcánica con el pulso ibérico del basket de élite. Mientras unos lloran el pasado, otros compran el futuro.

Mirotic y Mónaco: cuando la ambición se disfraza de estabilidad
A los 33, Mirotic no busca asilo ni aplausos fáciles. Busca, con la frialdad de un ajedrecista, seguir en la cima sin sacrificar minutos ni protagonismo. El AS Mónaco le ofrece lo que muchos prometen pero pocos cumplen: continuidad, competencia y un proyecto con hambre. En una plantilla que ya cuenta con el volcánico Mike James, el montenegrino con pasaporte español aportará ese equilibrio tan difícil de encontrar entre talento y madurez. Lo que antes fue una apuesta, ahora es una declaración de intenciones.
Milán le ofreció estadísticas, pero no victorias. Mirotic cerró la temporada con 17,7 puntos, 6 rebotes y una versatilidad que sigue haciendo temblar las zonas rivales. Pero el Olimpia quedó fuera de los playoffs con un tibio 17-17, como un vino caro que decepciona en boca. Esa disonancia entre rendimiento individual y fracaso colectivo fue el empujón necesario para buscar nuevos aires. Porque, a veces, el cambio no es traición, es supervivencia.
El hombre que caminó por tres continentes y sigue con hambre
Podgorica lo vio nacer, España lo educó, la NBA lo exportó y Europa lo idolatra. La carrera de Nikola Mirotic es un atlas de ambición y adaptación. Dejó huella en el Real Madrid, brilló con el Barça algo que pocos perdonan o entienden, y cruzó el Atlántico para jugar 359 partidos en la liga más exigente del mundo. Su regreso al viejo continente no fue una retirada, sino una reconquista. Uno no vuelve del exilio, vuelve a reinar.
El Mónaco no ha fichado a un veterano buscando gloria ajena, sino a un símbolo de la Euroliga aún en plenitud. Y en ese movimiento se esconde una paradoja exquisita, un jugador cuya mayor virtud es la constancia, se ha hecho eterno a fuerza de mudanzas. Tal vez por eso eligió el Principado: porque entre tanto ruido, Mirotic sigue prefiriendo los lugares donde se juega al baloncesto como se juega al ajedrez. Con elegancia, riesgo y cálculo.