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Ponsarnau pone en su sitio a los árbitros de la Liga Endesa

Una derrota duele. Pero duele más cuando el árbitro parece jugar para el otro equipo. Jaume Ponsarnau habló claro, sin alzar la voz, pero dejando un eco que aún retumba

Jaume Ponsarnau, entrenador del Surne Bilbao Basket, no levantó la voz tras la derrota ante Baskonia; no le hizo falta. Su tono fue bajo, pero cada palabra cayó con el peso de una piedra lanzada con guante blanco. “Nos han perjudicado”, dijo sin pestañear, con esa mezcla tan española de lamento estoico y crítica medida. No negó la calidad de los árbitros, pero sí la justicia de sus decisiones. Una sentencia envenenada. “Son buenos árbitros”, como quien dice que un cuchillo es excelente, aunque acabe de cortarle el pan al vecino y el dedo a uno.

En la segunda parte, el equipo bilbaíno, según su técnico, resistió como un castillo sitiado, hasta que el criterio arbitral se volvió poroso como una esponja mojada en parcialidad. Los contactos crecieron, las faltas no, y el partido ese frágil arte de equilibrios y ritmos se inclinó del lado del más físico. No se trató de un robo, sino de algo más sutil, la impunidad intermitente que convierte las reglas en suposiciones y la cancha en un terreno minado por el azar del silbato.

Jaume Ponsarnau
Reconocimiento al rival y llamado a la autocrítica

Cuando una lentilla explica más que el acta

La ironía del baloncesto moderno es que a veces un detalle mínimo cuenta la historia entera: una lentilla volando tras un choque sin sanción, como metáfora perfecta del desconcierto de todo un equipo. Ponsarnau lo citó con una mezcla de asombro y resignación. El enfado no era por una jugada aislada, sino por la acumulación de pequeñas injusticias que, como gotas, terminan por ahogar la confianza. “Todo se pone en contra”, resumió. Y es que hay partidos donde se juega contra cinco y se siente que hay uno más, invisible, soplando en contra.

Pero el técnico catalán no cruzó la línea del escándalo. Señaló con firmeza, pero sin aspavientos. Su crítica no fue a las personas, sino a los momentos, a ese juicio humano que como el clima en primavera cambia de forma caprichosa. Reconocer la calidad de los árbitros mientras se les acusa de fallar gravemente es como alabar al chef tras intoxicarse con la cena, elegante, sí, pero cargado de veneno dulce.

Entre la autocrítica y la denuncia velada

Pese a su evidente malestar, Ponsarnau no se refugió en la coartada fácil. Reconoció que el Baskonia remató mejor, que supo cerrar el partido con la sangre fría de los que han aprendido a convivir con la polémica. A veces, aceptar la derrota es más duro que señalar la injusticia. Pero el técnico lo hizo, no sin dejar claro que las condiciones no fueron iguales para todos. “Luchamos con actitud, pero no en igualdad”. Una frase que retumba más allá del marcador.

Es esa frase la que transforma su discurso de un simple alegato en un pequeño manifiesto sobre la equidad deportiva. El entrenador no quiere excusas, quiere coherencia. Porque en un juego que se decide en décimas de segundo, una falta no pitada pesa más que un error táctico. Y porque en esta Liga Endesa tan competitiva como volátil, el equilibrio no es un lujo, es una necesidad. Una que, al parecer, el Bilbao Basket sigue esperando con los ojos enrojecidos y una lentilla menos.

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