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Si creías que fue un desliz, no lo fue: Ábalos autorizó la filtración de mensajes con Sánchez

José Luis Ábalos ha confirmado lo que muchos intuían: autorizó la difusión de parte de sus mensajes privados con Pedro Sánchez, aunque pone límites claros a su responsabilidad

En política, lo que parece un desliz suele ser una coreografía perfectamente ensayada. José Luis Ábalos, ese viejo soldado del socialismo de moqueta y pasillos largos, ha decidido no esconder la mano tras lanzar la piedra. Al admitir que autorizó la publicación parcial de sus mensajes con Pedro Sánchez, el exministro de Transportes ha roto un tabú, el de que lo privado en el poder siempre es un terreno vedado. Dice que lo hizo para defenderse, claro, pero en su confesión hay menos arrepentimiento que cálculo y más narrativa que nostalgia.

Lo que podría leerse como un acto de honestidad, en realidad se parece más a una jugada de ajedrez con aroma a despecho. Porque en la corte política, revelar mensajes no es un acto de transparencia, sino de guerra. Ábalos sostiene que lo filtrado de 2023 refuerza su versión frente a los ataques de la oposición. Pero también exhibe algo más inquietante, la fragilidad del pacto entre lealtades y silencios que sostiene a cualquier gobierno. El WhatsApp, ese invento banal que ya ha tumbado ministros, vuelve a demostrar que no hay confidencialidad que resista una crisis de liderazgo.

Ábalos
El exdirigente socialista ha precisado que entregó voluntariamente una copia de los chats de 2023 a una persona de su entorno ligada a la defensa

Entre el archivo y el escándalo: 2021, la línea roja

La aparición de mensajes de 2021 publicados por El Mundo ha tensado aún más la cuerda. Allí se habla de maniobras para frenar al PP en Castilla y León y del célebre rescate de Air Europa. Nada menor. Ábalos niega haberlos filtrado, pero el daño ya está hecho. Lo que era defensa se convierte ahora en sospecha. Y lo que empezó como control, deviene boomerang. En política, como en alquimia, lo que uno manipula demasiado tiende a explotar en la cara.

El PSOE observa con dientes apretados. Porque estos mensajes no solo remueven el pasado, sino que amenazan el presente. Mientras la oposición afila sus discursos, el exministro se atrinchera en X (antes Twitter), defendiendo su acto como una cruzada por la verdad. Una verdad, eso sí, editada con tijera quirúrgica. “No me opuse”, dijo sobre la petición de los chats. Y esa frase, tan neutra, es en realidad una rendija, no autorizó todo, pero tampoco impidió nada. Ni héroe ni traidor, sino esa figura ambigua tan propia del ocaso político: el testigo incómodo.

Las memorias que se escriben solas

Ábalos asegura que todo empezó con dos discos duros y una intención noble, redactar sus memorias. Una estaba protegida, la otra no. Como metáfora, no tiene precio. La historia reciente de España, guardada entre fotos familiares y documentos de trabajo, esperando ser novelada. Tenía incluso tres editoriales interesadas. Pero en vez de crónica íntima, el material acabó en los titulares. Ironías del destino, quería dejar un legado y terminó escribiendo una nota de prensa involuntaria.

Dolido, saturado, incómodo. Así se declaró en su intervención. Pero el malestar no borra el hecho de que este episodio ha dañado su imagen pública y tensionado aún más las costuras internas del PSOE. Su intento por cerrar un capítulo parece, de momento, haber abierto una novela de entregas diarias. Y en esta novela, como en toda buena tragedia política, no hay héroes puros ni villanos absolutos. Solo protagonistas que, al intentar controlar el relato, acaban prisioneros de él.

Aldi