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¿Crees en esta España? El equipo da otro paso firme hacia la Copa Davis

Con la renovación de David Ferrer como capitán hasta 2027, el tenis español refuerza su apuesta por un proyecto sólido y ambicioso

Hay quien aún mira a la Copa Davis como una reliquia del siglo XX, un torneo con aroma a madera vieja y épicas en blanco y negro. Pero España, ese país que mezcla el estoicismo de un Nadal con la electricidad de un Alcaraz, ha decidido que no basta con tener historia, quiere escribirla de nuevo. La renovación de David Ferrer como capitán hasta 2027 no es solo un trámite burocrático, sino una declaración de intenciones. Un acto de fe en el trabajo silencioso, en el liderazgo sin estridencias, en esa figura que no necesita gritar para que todos escuchen.

Ferrer, desde que tomó las riendas en 2023, ha ejercido más como alquimista que como estratega. Su magia no reside en diagramas tácticos, sino en la capacidad de convertir un vestuario en una familia competitiva. “Conoce el circuito como pocos”, dijo Miguel Díaz. Lo que no dijo, aunque se intuía, es que Ferrer representa esa España que no presume, pero compite. Que no necesita ser favorita, pero no le teme a nada. Esa España que ahora, poco a poco, vuelve a creer en la ensaladera como si fuera un santo grial.

David Ferrer
España reafirma su ambición en la Copa Davis

Juventud salvaje: experiencia serena

El tenis, como la vida, es un juego de relevos más que de golpes. Y Ferrer ha construido un puente entre generaciones sin que se noten las grietas. Carlos Alcaraz, ese cometa con raqueta, convive con la solidez rebelde de Davidovich y la promesa brillante de Landaluce. Un cóctel genético que, lejos de implosionar, se retroalimenta. El talento joven se aferra al ejemplo y la jerarquía no se impone, se gana. Ferrer no dirige un equipo, orquesta una coral con solistas que saben cuándo cantar y cuándo escuchar.

“Estoy disfrutando mucho este rol”, confesó el capitán. Pero lo que no dice ese tono comedido es que bajo su sonrisa discreta late una ambición implacable. La Copa Davis no es solo un trofeo, es una narrativa, un espejo donde los países miden su alma competitiva. Y Ferrer, curtido en mil batallas, sabe que el futuro se escribe con determinación, pero también con memoria. Porque para ganar, a veces, hay que recordar por qué se lucha.

Septiembre: duelo de fe y raquetas

España se enfrentará a Dinamarca en septiembre y el escenario recuerda a esos westerns donde los protagonistas no necesitan decir mucho para que sepamos que se viene algo grande. Ferrer lo sabe, no basta con tener talento, hay que tener hambre. Y en eso, el capitán y sus muchachos parecen ayunar desde 2019. Alcaraz y Davidovich son dinamita técnica; el vestuario, un laboratorio de confianza. Todo sugiere que esta vez no se juega solo un partido, se juega una idea de país deportivo, una forma de estar en el mundo.

¿Quién dijo que las gestas ya no caben en el deporte moderno? ¿Quién decretó que los milagros eran monopolio del pasado? Esta España, que camina sin hacer ruido pero pisa fuerte, parece dispuesta a desmentirlo. Porque en un mundo que aplaude lo fugaz, ellos apuestan por lo duradero. Y en esa apuesta, Ferrer es la carta marcada, la que no brilla a primera vista, pero que cambia el juego.

Zverev